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El aparecido en el pasillo (cuento de Mabel Pedrozo)

¿Las tres? ¿Las tres y media? Me senté en la cama, bajé los pies, tanteé la oscuridad hasta sentir la goma de las zapatillas y seguí con la pierna el tablero de la cama que me lanzó al pasillo alumbrado a motas por la luna que metía por donde la casa le dejaba.
Al cruzar el comedor, rumbo al baño, la vi. A ella, a la Muerte.
Sentada en la mesa, me miró temerosa de que no la reconozca y de quizás, para mi espanto, se viese en la necesidad de decirme quién era.
No llegué al baño ni volví a la cama. Me quedé allí, en el pasillo, atrapado en esa mirada que nos devolvimos largamente, como dos perros destinados el uno al otro, en medio de la nada, con la luna alumbrando a motas la casa.