Debo aclarar a la opinión regional que:
1) No fui quien compró el mate revestido de piel de tilapia (pescado) sino Mario Esteban, el coatí paraguayo que me acompaña como mi sombra.
2) El mate, la calabaza, porongo o como quiera llamarse al recipiente para tomar el mate, es precioso, tiene una boca orlada de un anillo de plata, agarraderas de metal y la piel del pescado semeja dibujos de panal en la superficie y ofrece una textura muy delicada.
3) PERO al empezar a cebar, por alguna razón de la termodinámica que desconozco, exhuda un vapor sutil con profundo olor a órgano sexual (habrán observado con vuestras propias narices que ambos géneros, varones y mujeres, en eso nos parecemos, el olor de la zona testicular es igualmente ácido y gamexánico que el olor vaginal sin jabón) y yo, al sentir el perfume extraño me dije "pero si hoy no me toqué" (porque me suelo toquetear de cuando en cuando y nadie diga nada ya que mis órganos son de mi propiedad privada, éa) y tampoco había pasado el mate a nadie todavía: ergo, la piel de pez humedecida y con calor volvía a recordar sus olores, sus humores, sus propiedades físico-químicas y era un fastidio seguir mateando con ese olor propio de acto sexual en acción. Eso de olor a caca fue muy de salón pero no era olor fecal, era una especie de coitus odoríficus.
Archivé el mate en una vitrina, sigue siendo hermoso pero inutilizable.
Aclarada que fue la cuestión, ¡salud!
Alejandro Maciel
septiembre 2010
¿No está exagerado el valor de la verdad? En el nombre del Padre, y en el nombre de la verdad, se ha matado más que mintiendo. La verdad suele ser el arma de los resentidos y rencorosos, quienes la tienen por única virtud. ¿Mentiras piadosas o verdades despiadadas? Atroces, bellas, bestiales o necesarias, qué importa, sólo tienen que ser oportunas y generosas, siempre.
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